miércoles, 22 de septiembre de 2010

Las historias que nos enviais.


Esta historia que os vamos a contar ha sido enviada por uno de nuestros lectores. Una historia sin duda conmovedora con la que seguramente muchos os sentiréis identificados.

Era una fría mañana de Marzo, de esas en las que solamente la ilusión de ver tus hijos jugar hace que te levantes a las 7:30 de la mañana para llevarlo a un partido de la categoría infantil. De esos días, en los que esperas que dé un hit, que coja una pelota espectacular o simplemente de verlo sonreír al final del partido. De esas largas jornadas en los que esos pequeños detalles hacen que te olvides del frio, de las incomodidades de algunos campos y de escuchar al típico padre criticando e insultando al árbitro de turno.
La jornada transcurrió como siempre, viendo como los niños mejores del otro equipo jugaban casi todo el partido mientras los más flojitos se dedicaban a jugar con las piedrecitas en el dogout matando así el aburrimiento. Si una cosa tenía clara nuestro entrenador es que en esta categoría todos tenían que jugar y fue haciendo cambios durante todo el partido.
Mi hijo, el tercera base, había tenido un par de buenas jugadas y también algún error algo normal en esta categoría.
Nuestro equipo perdía de paliza, en la tercera entrada, el marcador, una pizarra colgada con alambre en un lateral del campo con los números escritos con tiza, era de 18 a 3. El equipo contrario seguía anotando y robando bases como si su único objetivo fuera el de tener el record mundial de carreras anotadas en un partido y no el de ganar. Los padres del equipo contrario y su entrenador aplaudían y gozaban con cada carrera y con cada jugada, 25, 30, hasta 33 carreras nos anotaron en ese partido, nosotros solo hicimos 5.
Cuando acabo el partido los niños caminaban cabizbajos y tristes. El entrenador una educada persona de mediana edad no quiso pedirle explicaciones al entrenador contrario un jovencito con aires de superioridad y sabelotodo que se encontraba rodeado de su gente. No era el momento ni el sitio, le dijo nuestro entrenador a uno de nuestros padres.
Cuando los niños ya estaban más tranquilos, los reunió y hablo con ellos. No sé que les dijo pero lo cierto es que salieron con otra cara.
Ya de vuelta ya en el coche, hablé como de costumbre con mi hijo acerca del partido y lo animé.
-Papa no hace falta que me animes- no estoy desmoralizado.
Me quede sorprendido y le pregunté:
-¿Que os ha dicho el entrenador?
- Nos dijo: "He fallado una y otra vez en mi vida, por eso he conseguido el éxito." Nos dijo que eso lo había dicho Michael Jordan.
Aquel día fue maravilloso. Entendí en ese momento que aquel era el entrenador y el club con el que quería que jugaran mis hijos. Un club donde el resultado no es lo más importante sino la formación integral de los niños en valores de esfuerzo, perseverancia, y respeto.
Años después ya en la categoría superior los dos equipos se volvían a encontrar. El nuestro tenía 16 jugadores, el de ellos 9. La mala suerte hizo que un niño contrario se lesionara y no pudiera seguir jugando. Allí se acabo el partido.
Fue entonces cuando yo le pregunté a un padre del equipo contrario.
-¿Cómo es que venis solo con 9 jugadores?
Y el contesto:
-Muchos lo han dejado porque no jugaban o se aburrían.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta historia es algo que suele darse cada año. Pero requiere algunas precisiones: en mi zona en alevín e infantil es obligado que todos los jugadores al menos jueguen dos entradas. Y algunos entrenadores lo aplican de motu propio en la categoría cadete. Lo del robo de bases, etc. ganando de paliza evidentemente demuestra poca inteligencia por parte del que lo permite. El hecho de que a medida de que los niños suben de categoría haya menos jugadores, más que al aburrimiento lo achacaría a otras cosas: suele producirse en la adolescencia, época difícil. Pero me gustaría saber otras opiniones.

Anónimo dijo...

yo creo que el verdadero problema viene dado por las segundas viviendas.
las segundas viviendas llevan a la familia el fin de semana al pueblo o a la playa (durante todo el año)y si bien en los meses de la primavera quizas no importe perder dos o tres horas en el desplazamiento, ya en el verano el desplazamiento se hace los viernes por la tarde.
L epoca dificil viene con los Junior, quienes prefieren salir de marcha y pasan de hacer deporte al dia siguiente, madrugar, "que yo falte no va a suspender el partido", "el otro dia falto el Marc y no paso nada" etc.
podria estar disertando alrededor del recipiente durante mucho rato pero os dejo solamente estas lineas

Anónimo dijo...

Pueden haber varios motivos por los que un chaval deje el Beisbol, pero está claro que cuando ya tienes entre 14 y 18 años, llega un momento en el que si no juegas prefieres ocupar tu tiempo en otras cosas y lo dejas.
Eso del orgullo de pertenecer a un equipo, el amor a los colores, etc, se va diluyendo cuando te pasas un montón de sábados o domingos sentados en un banquillo sin participar en el juego.
La vida no es solo Beisbol.